domingo, 9 de noviembre de 2008

Cesarea Marítima, prisión de san Pablo

Un día fuimos de excursión al norte, a la antigua ciudad de Cesarea Marítima. En este años paulino pensé que no podía ser mejor momento que este para visitar sus ruinas, ya que allí estuvo encarcelado san Pablo durante dos años, bajo los procuradores Félix y Festo. También en ese lugar fue donde se presentó ante el rey Agripa (Hch 26). El apóstol había desembarcado en el gran puerto de la ciudad al regreso de su tercer viaje por las comunidades cristianas del Mediterráneo y había sido apresado por predicar el evangelio. Son unas ruinas espectaculares, y con mucha historia que está ligada a nuestra fe. Allí tuvo lugar el bautismo del dignatario romano Cornelio (Hechos 10, 1-5, 5, 25-28); desde allí zarpó Pablo para sus travesías por el Mediterráneo oriental, y -como hemos dicho antes- desde aquel lugar fue enviado a Roma para ser juzgado por el Cesar (Hechos 23, 23-24).
Cesarea está a orillas del Mediterráneo, aproximadamente a mitad de camino entre Haifa y Tel Aviv. En las excavaciones arqueológicas de las décadas de los 50 y 60 se encontraron restos de numerosos periodos, en particular un complejo de fortificaciones de la ciudad cruzada y el teatro romano. Durante los últimos veinte años, las diversas excavaciones llevadas a cabo han puesto al descubierto impresionantes restos de la grandeza que la ciudad tuvo en la época romana y en la de los cruzados. Fue fundada por el rey Herodes en el siglo I d. C. sobre el lugar de un puesto comercial llamado la Torre de Straton. Recibió el nombre del protector romano de Herodes, el emperador César Augusto. La ciudad fue descrita en detalle por el historiador judío Flavio Josefo. Era una ciudad amurallada, con el puerto más grande de la costa este del Mediterráneo llamado Sebastos, el nombre griego del emperador Augusto. El núcleo de la ciudad y la fuente de su fuerza económica era el puerto. Se construyeron dos rompeolas magníficos, que tenían unos 850 metros de longitud, y que cerraban el puerto para dar seguridad a centenares de naves. El historiador Flavio Josefo nos informa de que en la punta del rompeolas había una torre alta, probablemente un faro. El puerto es todavía hoy visible desde el aire, pero sus detalles sólo pueden ser vistos bajo el agua, ya que el nivel del mar ha subido en los últimos dos mil años. Conectados al puerto, como una parte integrante del mismo, había almacenes para los bienes con los que se comerciaba. El templo de la ciudad, dedicado a César Augusto, se levantaba sobre un alto podio que daba hacia el puerto. Un amplio tramo de escalones conducía hasta el pilar del templo. Se construyeron también -de acuerdo a la tradición imperial- edificios públicos y sofisticadas instalaciones. El palacio del rey Herodes se encontraba en la parte sur de la ciudad. En el año 6 d. C., Cesarea pasó a ser la sede de los procuradores romanos de la Provincia de Judea y de los cuarteles de la X Legión Romana. En los siglos II y III, la ciudad se expandió y se convirtió en una de las más importantes en el área oriental del Imperio Romano, definida como la "metrópolis de la provincia de Siria Palestina". El teatro se encuentra en la parte sur de la ciudad. Fue encargado por el rey Herodes y es la primera instalación romana de esparcimiento construida en su reino. Da hacia el mar y cuenta con miles de localidades dispuestas en una estructura semicircular abovedada. En las excavaciones del teatro se encontró una piedra que muestra partes de una inscripción que menciona a "Poncio Pilatos, prefecto de Judea".
Cesarea continuó siendo el mayor centro urbano de esta parte del Imperio romano. En el siglo IV d. C., cuando la parte oriental del imperio se convirtió al cristianismo, Caesarea llegó a ser una ciudad cristiana, pero tuvo también población judía y samaritana. En la época bizantina la ciudad alcanzó su área máxima y fue rodeada por una muralla. En 639 d. C. Cesarea fue conquistada por los musulmanes, que permanecieron allí. En 1101 fue tomada por los cruzados, que se asentaron en ella, pero la ciudad no se fortificó hasta mediados del siglo XIII, bajo Luis IX de Francia. Catorce años después los musulmanes conquistaron de nuevo la ciudad, que fue destruida y abandonada. Las fortificaciones que Luis IX había construido (muros, torres y foso) son las estructuras impresionantes hoy visibles cerca del puerto.
El día que elegimos para nuestra excursión era soleado, aunque hacía algo de viento. Llegamos a la ciudad y fuimos a las taquillas para informarnos. Los hebreos tienen estas ruinas conservadas como museo. Hay posibilidad de unirse a grupos dirigidos por guias. Nosotros preferimos verla por nuestra cuenta. Primero estuvimos en el anfiteatro, grandioso y muy bien conservado. Después, ya a orillas del mar disfrutamos del momento más emocionante: un letrero nos indicaba que allí estaba el palacio de Herodes, y en ese lugar había estado encarcelado san Pablo durante dos años. Mas adelante vimos otras casas de la ciudad antigua entre cuyas ruinas paseamos. Finalmente estuvimos en el imponente antiguo puerto marítimo. Es un sitio que vale la pena visitar, y pienso que con más motivo en este año paulino. Allí le pedí a san Pablo para que haya muchos apóstoles de las gentes -entre los que nos contemos nosotros- que sean tan audaces, intrépidos y llenos de fe como lo fue él.

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