En Hebrón hay una mezquita donde tradicionalmente se encuentra la tumba de los patriarcas Abrahám, Isaac y Jacob. Abrahám -dice el Antiguo Testamento- compró un terreno en Quiriat Arba, al lado de Hebrón. Por encontrarse aquí estas tumbas ha habido presencia contínua judia desde siempre hasta 1929, en el que hubo conflicto. Después la presencia de los hebreos en ese lugar ha sido a través de diversos asentamientos. Es un sitio en el que no he podido estar todavía. Me envían una colaboración contando la visita a este lugar tan interesante.
"Ayer tuve la oportunidad imprevista de ir a Hebrón, en Cisjordania, Palestina. Me ilusionaba tanto la posibilidad de ver la tumba de Abraham, que siempre me ha parecido un personaje un poco lejano, no sólo en el tiempo, sino también en el espacio. Por eso, cuando me hablaron de ir a Hebrón, no me lo pensé dos veces. Seguramente es la primera y última vez, puesto que pronto termina nuestra estancia en Tierra Santa. Es cierto que ir a estas tierras entraña cierto peligro, hay que cruzar check points en medio de la ciudad. Es muy conveniente ir acompañado de un guía local. A nosotras nos acompañó Walid, que trabaja en la organización Hebron Rehabilitation Committee, apoyada por el gobierno español a través de Cooperación Española. Primero nos mostró una presentación sobre la actual situación del centro antiguo de la antiquísima ciudad de origen cananeo. Dividida, fragmentada en partes sin conexión posible entre sí, por la cuña que hacen los colonos judíos ultraortodoxos que van tomando posiciones en cada casa abandonada, o derruida por la última guerra. De ahí que la asociación de Walid busque rehabilitar el mayor número posible de casas y alquilarlas. Así se consigue evitar que los colonos se adueñen de partes clave del centro de la ciudad, e impidan todavía más el contacto entre la gente palestina. Porque palestinos y colonos judíos viven juntos, muy juntos, en Hebrón. En ningún sitio como aquí se puede ver esa “convivencia” forzada. Los judíos son superiores en fuerza, armamento, medios, como en todas partes… Un ejemplo más de esa cercanía a pesar de las vallas y los pasos controlados, es la Mezquita de Abraham, que en el lado judío es Sinagoga, naturalmente. Nada para los cristianos, que también somos hijos de Abraham. Cuando se entra en la Mezquita, hay que descalzarse, claro, y –como mujeres- cubrirse cuerpo y cabeza con unas capas con caperuza preparadas ad hoc. Me puse de frente al Mirhab, el lugar santo para los musulmanes, donde adoran la presencia de Dios, y recé un padrenuestro mirando los restos de la metralla que dejó en una columna el colono enloquecido que, en 1994, entró durante la oración y mató a decenas de fieles. La primera Intifada. Él también murió unos metros más allá, seguramente iba ya preparado para ello…
La tumba del Patriarca Abraham, o más bien su catafalco, se encuentra en una habitación cerrada a la que no se tiene acceso. Se puede mirar por una ventana enrejada, y al fondo se divisa a los colonos judíos, que hacen lo propio desde su ventana. Los restos de Abraham, en realidad, están a 17 metros bajo ese nivel. Desde un ventanuco en el suelo se divisan las velas que han colocado al fondo del pozo, para que uno pueda hacerse a la idea de cuán profundos están los restos. En la amplia sala de la Mezquita encontramos también las tumbas de Isaac y Rebeca. Es muy emocionante estar junto a ellas, pero entristece saber que las de Jacob y Lía no se pueden visitar, porque están en el lado judío… De todas maneras, los judíos sólo pueden visitar las de Jacob y Rebeca 9 días al año, coincidiendo con las festividades judías. E imagino que, como cristiano, es posible entrar en la Sinagoga. Ya en el Génesis se hace referencia a esta ciudad, porque aquí compró Abraham una cueva con la intención de enterrar en ella a su mujer, Sara, cuya tumba se encuentra a la entrada del complejo. Fue el primer trozo de tierra prometida, de Canaán, que compró Abraham, de ahí el valor para los judíos, que se basan en esto para reclamar que siempre estuvieron presentes en Hebrón y pusieron el grito en el cielo cuando comprobaron que la ciudad había caído dentro de los territorios adjudicados a los palestinos. Unos y otros dicen tener razón, y ambos la pierden por los métodos violentos que utilizan. Hebrón, la ciudad cananea donde David fue proclamado rey de Israel, espera una nueva oportunidad para la paz.
"Ayer tuve la oportunidad imprevista de ir a Hebrón, en Cisjordania, Palestina. Me ilusionaba tanto la posibilidad de ver la tumba de Abraham, que siempre me ha parecido un personaje un poco lejano, no sólo en el tiempo, sino también en el espacio. Por eso, cuando me hablaron de ir a Hebrón, no me lo pensé dos veces. Seguramente es la primera y última vez, puesto que pronto termina nuestra estancia en Tierra Santa. Es cierto que ir a estas tierras entraña cierto peligro, hay que cruzar check points en medio de la ciudad. Es muy conveniente ir acompañado de un guía local. A nosotras nos acompañó Walid, que trabaja en la organización Hebron Rehabilitation Committee, apoyada por el gobierno español a través de Cooperación Española. Primero nos mostró una presentación sobre la actual situación del centro antiguo de la antiquísima ciudad de origen cananeo. Dividida, fragmentada en partes sin conexión posible entre sí, por la cuña que hacen los colonos judíos ultraortodoxos que van tomando posiciones en cada casa abandonada, o derruida por la última guerra. De ahí que la asociación de Walid busque rehabilitar el mayor número posible de casas y alquilarlas. Así se consigue evitar que los colonos se adueñen de partes clave del centro de la ciudad, e impidan todavía más el contacto entre la gente palestina. Porque palestinos y colonos judíos viven juntos, muy juntos, en Hebrón. En ningún sitio como aquí se puede ver esa “convivencia” forzada. Los judíos son superiores en fuerza, armamento, medios, como en todas partes… Un ejemplo más de esa cercanía a pesar de las vallas y los pasos controlados, es la Mezquita de Abraham, que en el lado judío es Sinagoga, naturalmente. Nada para los cristianos, que también somos hijos de Abraham. Cuando se entra en la Mezquita, hay que descalzarse, claro, y –como mujeres- cubrirse cuerpo y cabeza con unas capas con caperuza preparadas ad hoc. Me puse de frente al Mirhab, el lugar santo para los musulmanes, donde adoran la presencia de Dios, y recé un padrenuestro mirando los restos de la metralla que dejó en una columna el colono enloquecido que, en 1994, entró durante la oración y mató a decenas de fieles. La primera Intifada. Él también murió unos metros más allá, seguramente iba ya preparado para ello…
La tumba del Patriarca Abraham, o más bien su catafalco, se encuentra en una habitación cerrada a la que no se tiene acceso. Se puede mirar por una ventana enrejada, y al fondo se divisa a los colonos judíos, que hacen lo propio desde su ventana. Los restos de Abraham, en realidad, están a 17 metros bajo ese nivel. Desde un ventanuco en el suelo se divisan las velas que han colocado al fondo del pozo, para que uno pueda hacerse a la idea de cuán profundos están los restos. En la amplia sala de la Mezquita encontramos también las tumbas de Isaac y Rebeca. Es muy emocionante estar junto a ellas, pero entristece saber que las de Jacob y Lía no se pueden visitar, porque están en el lado judío… De todas maneras, los judíos sólo pueden visitar las de Jacob y Rebeca 9 días al año, coincidiendo con las festividades judías. E imagino que, como cristiano, es posible entrar en la Sinagoga. Ya en el Génesis se hace referencia a esta ciudad, porque aquí compró Abraham una cueva con la intención de enterrar en ella a su mujer, Sara, cuya tumba se encuentra a la entrada del complejo. Fue el primer trozo de tierra prometida, de Canaán, que compró Abraham, de ahí el valor para los judíos, que se basan en esto para reclamar que siempre estuvieron presentes en Hebrón y pusieron el grito en el cielo cuando comprobaron que la ciudad había caído dentro de los territorios adjudicados a los palestinos. Unos y otros dicen tener razón, y ambos la pierden por los métodos violentos que utilizan. Hebrón, la ciudad cananea donde David fue proclamado rey de Israel, espera una nueva oportunidad para la paz.
Cristina Moreno Alconchel
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