sábado, 1 de marzo de 2014

Iglesias antiguas y frágiles II


LOS MARONITAS

Siempre en el cauce de la tradición siríaca se insertan también los maronitas, la Iglesia católica de rito oriental con el mayor número de fieles.

Los maronitas son el grupo cristiano mayoritario en el Líbano. Son herederos de comunidades de rito siríaco que en el año 451 adhirieron al Concilio de Calcedonia. En el Líbano, según los datos del Anuario Pontificio, son poco menos de 1,6 millones en un país de 4 millones de habitantes. Esto hace que efectivamente el país de los cedros sea el que cuenta con el porcentaje más elevado de cristianos, en torno al 36%.

Pero también aquí se recuerda que sobre todo en los años de la guerra civil la emigración golpeó muy pesadamente. Hoy cerca de la mitad de los 3,5 millones de maronitas viven lejos de Medio Oriente, con el grupo más consistente en América latina: más de 1,3 millones.

La Iglesia maronita está guiada por el patriarca Bechara Pedro Rai, el único patriarca que hoy es también cardenal. Lo era también el patriarca copto católico Antonio Naguib, pero que debió renunciar a la cátedra de Alejandría por graves motivos de salud.

LOS CALDEOS

Otro filón del cristianismo siríaco es el de la Iglesia asiria, que cuenta hoy con 400.000 fieles entre Irak y la diáspora. Tiene su sede en Chicago, donde vive también su patriarca Mar Dinkha IV. A partir de ella derivan su origen los caldeos, el grupo mayoritario entre los cristianos iraquíes.

También la caldea es una Iglesia católica de rito oriental, en comunión con Roma desde 1553. Es la comunidad que sufre sobre sus espaldas todo el drama del período post-Saddam Hussein. Antes de la guerra los caldeos en Irak eran al menos un millón, hoy no llegan más que a 300-400.000, concentrados sobre todo en el área del Kurdistán iraquí. Un éxodo espantoso que corre el riesgo de reanudarse, después que en los últimos meses – gracias también a la soldadura entre los enfrentamientos sectarios en Bagdad y la guerra en Siria – volvió a crecer el número de los atentados en el país.

La actual situación ha llevado al patriarca caldeo Raphael Sako a utilizar recientemente tonos muy fuertes contra la fuga de los cristianos, llegando a acusar a algunos países occidentales de fomentarla a través de la entrega de visas de ingreso a los iraquíes.

LOS ARMENIOS

Históricamente relevante para Medio Oriente es también la presencia de los cristianos de tradición armenia. También en este caso se trata de una antigua Iglesia oriental que no adhirió al Concilio de Calcedonia del año 451.

Pese a tener su centro espiritual en Echmiadzin – en la actual Armenia – la Iglesia apostólica armenia tiene dos sedes importantes en Medio Oriente: el Catolicado de Cilicia, que tiene jurisdicción sobre el Líbano y sobre Siria, guiado por el catholicós Aram I Keshishian, y el Patriarcado Armenio de Jerusalén, sobre cuya cátedra se sienta el patriarca Nourhan Manougian.

La comunidad numéricamente más consistente está en el Líbano, donde los armenios son cerca de 150.000 fieles. Otros 100.000 estaban presentes en Siria, sobre todo en el área de Alepo y Deir ez-Zor, destino final de las largas marchas forzadas a causa de la persecución llevada a cabo por los Jóvenes Turcos. Armenios son también la gran mayoría de los cristianos iraníes (80-100.000).

También en este caso existe además una Iglesia de rito armenio en comunión con Roma, guiada por el patriarca armenio de Cilicia, Nerses Bedros XIX Tarmouni, con sede en Beirut. Esta comunidad cuenta en el mundo con cerca de 540.000 fieles, pero de los cuales menos de 60.000 viven hoy en Medio Oriente.

LOS LATINOS

En este cuadro tan complejo, ¿cómo se coloca la Iglesia de rito latino, que tiene su punto de apoyo en el Patriarcado de Jerusalén, guiado por Fouad Twal? Su jurisdicción abarca las comunidades de Israel, de Palestina y de Jordania, florecidas a lo largo de los siglos en torno a la presencia en Medio Oriente de las órdenes religiosas de la Iglesia latina, franciscanos en primer lugar, pero no sólo ellos.

Se trata de una comunidad pequeña: en la red del nuevo fenómeno de los inmigrantes, la comunidad latina cuenta actualmente en toda la región con cerca de 235.000 fieles, es decir, apenas el 7% entre los cristianos en comunión con Roma.

Es el grupo que junto a los greco-ortodoxos y a los melquitas sufrió más a causa del éxodo de Tierra Santa. Los latinos son hoy apenas 27.500 en Israel, 18.000 en Palestina y 50.000 en Jordania.

A nivel general en Palestina, el número de los cristianos a partir del 2000 se redujo a la mitad, pasando del 2 al 1% de la población. Más complejo es el dato sobre Israel, donde la Oficina Central de Estadísticas habla de 158.000 cristianos, establecidos en torno al 2% de la población. Pero se trata de un número de dos rostros, porque mientras que en Galilea la comunidad cristiana crece según las dinámicas normales de una población joven, en Jerusalén han quedado apenas 6.000 cristianos en una ciudad que cuenta ahora con 780.000 habitantes, mientras que eran más del doble en 1967, cuando Israel asumió el control de toda Jerusalén y los habitantes de la ciudad eran apenas 260.000.

Pero el discurso sobre los latinos queda incompleto si no se afronta también el tema de los inmigrantes cristianos que llegaron en estos últimos años a centenares de miles en Medio Oriente, impulsados por las nuevas rutas del mercado global del trabajo.

Se trata de filipinos, indios, tailandeses, pero también rumanos o nigerianos. En Israel, sólo los filipinos son más de 50.000, es decir, prácticamente el doble de los árabes cristianos que frecuentan las parroquias de rito latino.

Todavía más macroscópico, además, se torna este fenómeno si se extiende la mirada a la Península Arábiga, tierra donde hasta hace pocos años los cristianos prácticamente no existían.

Gracias a la inmigración, los cristianos son hoy 1,2 millones en Arabia Saudita (el 4,4% en relación a la población), 950.000 en los Emiratos Árabes Unidos (12,6%), 240.000 en Kuwait (8,8%), 168.000 en Qatar (9,6%) 120.000 en Omán (4,3%), 88.000 en Bahrein (7%).

Pero se trata de una presencia cristiana estructuralmente extranjera, expuesta a la provisoriedad y, en lo que respecta a los países del Golfo, sometida a pesadas restricciones en su propia vida religiosa.

Por último, se agrega también que – a pesar de estar canónicamente bajo la jurisdicción de los obispos latinos de los dos vicariatos de Arabia – entre los cristianos de estos países hay también muchos indios pertenecientes a las Iglesias católicas siro-malabar y siro-malankara.

Giorgio Bernardelli

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