Por la tarde del martes 15 de marzo visitamos la iglesia y la gruta de San José, la “fuente de la Virgen” y la Basílica de la Anunciación, donde hicimos un rato de oración y concelebramos la Misa en el altar de la gruta. Don Álvaro hizo la homilía, conmovido, recordando el “Hic Verbum caro factum est”. Asistían a la Misa un grupo de personas del Opus Dei entre los que estaba el matrimonio Laura y Aníbal. Aníbal estaba ya gravemente enfermo y la mujer estaba serena y profundamente emocionada. El Dr. Araquistain hizo algunas tomas con una pequeña máquina de televisión.
Desde que comenzó este viaje por Tierra Santa, don Álvaro quiso que leyéramos en voz alta los textos del Evangelio relacionados con los diversos Santos Lugares y así hicimos. Todas estas visitas fueron precedidas o acompañadas de esta lectura y meditación del Santo Evangelio.
Estas son algunas de las palabras que dijo en la homilía:
"Siempre y en todo momento es un gran privilegio celebrar o asistir a la Santa Misa. Pero el Señor es tan bueno que ha querido dejar estos recuerdos de su paso por la tierra, de su venida al
mundo. Aquí parece que es más fácil hablar con Dios, considerar con alegría el Amor que el Señor nos tiene, y es un especial privilegio celebrar la Santa Misa.
En esta gruta, ahí abajo, donde está marcada la señal, el Verbo se hizo carne. El Dios todopoderoso, infinitamente grande, toma carne humana. ¿Dónde? En un hogar lleno de pobreza. ¿Y en dónde nació también? En otra gruta, que ahora, con el paso de los años, está muchos metros debajo de la tierra. Ahí ha estado el Señor. Ahí nació el Señor. ¿Para qué? Para darnos a nosotros la vida. Él se hizo mortal, viviendo de esa manera –y después, muriendo como murió–, para que nosotros pudiésemos vivir.
Permite el Señor que pasemos dolores, sufrimientos y penas. Pero son caricias que nos acercan más a Él. Hoy, al contemplar aquella escena maravillosa que nos narran los evangelistas, pienso con más facilidad en que el Señor, cuando permite que suframos, después nos transmite más su Amor, para que nos parezcamos más a Él.
Estamos reunidos para asistir al Santo Sacrificio de la Misa y le decimos: ¡Señor,gracias por lo bueno que eres! ¡Gracias porque te has dignado venir al mundo, tomando carne de aquella Doncella maravillosa que era la Virgen María! Para que nosotros fuésemos santos, para que aprendiésemos a luchar, y para que supiésemos decirte: ¡Señor, quiero lo que Tú quieras, quiero porque Tú lo quieres, lo quiero cuando Tú lo quieras!
Estad llenos de alegría siempre, llenos de paz, porque tenemos un Dios en el Cielo capaz de hacer maravillas y una Madre en el Cielo que recibió todo el amor que puede albergar una Madre.
Vamos a rezar en primer lugar por el Santo Padre y por la Iglesia universal, por la Iglesia católica. Especialmente por el Papa, que está muy necesitado de oraciones. Tiene muchos enemigos, pero el Señor le llena de paz y de alegría. No piensa en eso: piensa en que falta amor de Dios. Hijos míos: ¡falta amor de Dios!
Es el momento de examinarnos nosotros también, a ver cómo estamos de amor de Dios. A ver si no podemos dar algo más al Señor, que tiene derecho a pedirlo y que nos lo pide, mientras nos ofrece la gracia para corresponder. ¡Así de fácil es! Y así podremos decirle al Señor cuando llegue el momento: Señor, he hecho todo lo que estaba en mi mano, todo lo que podía. Y Tú me recibirás, Señor, cuando llegue el momento, como has recibido al hijo pródigo de aquel padre bueno. Que nosotros no seamos hijos pródigos; que seamos fieles,siempre, hasta la muerte, que vendrá cuando Dios quiera. Que
Dios os bendiga. Vamos a rezar un Avemaría a la Virgen".
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