lunes, 18 de mayo de 2015

Canonización en Roma de María Bawardi y María Alphonsine

El Papa Francisco ha presidido este domingo 17 de mayo la misa de canonización ante la Basílica de San Pedro de cuatro religiosas. Dos de ellas -Mariam Baouardy y María Alfonsina Danil Ghattas-se consideran las primeras santas canonizadas de Palestina (nativas arabehablantes de Tierra Santa). Las otras dos nuevas santas son la francesa Jeanne Emilie de Villeneuve y la italiana María Cristina de la Inmaculada Brando.

En su homilía, el Papa Francisco recordó que “basamos nuestra fe en el Señor Resucitado en el testimonio de los Apóstoles, que nos llegó por la misión de la Iglesia. Nuestra fe está sólidamente ligada a su testimonio como a una cadena ininterrumpida que se ha ampliado durante los siglos, no sólo por los sucesores de los Apóstoles, sino por generaciones y generaciones de cristianos”.

De la mística María Bawardi y de Sor Maria Alphonsine dijo: “Sor Marie Baouardy ha experimentado de manera eminente, que aunque humilde y analfabeta, sabía cómo dar consejos y explicaciones teológicas con gran claridad, fruto del diálogo continuo con el Espíritu Santo. La docilidad al Espíritu Santo la ha hecho instrumento de encuentro y comunión con el mundo musulmán. Así también Sor María Alphonsine Danil Ghattas ha entendido bien lo que significa irradiar el amor de Dios en el apostolado, convirtiéndose en testigo de mansedumbre y unidad. Ella nos ofrece un claro ejemplo de la importancia de volvernos responsables los unos de los otros, de vivir uno al servicio de los otros”.

El Papa preguntó a los peregrinos italianos, franceses, de Tierra Santa y de otros países:“¿Cómo soy testigo del Cristo resucitado?, es una pregunta que debemos hacernos. ¿Cómo permanezco en él, ¿cómo vivo en su amor?, ¿soy capaz de "sembrar" en la familia, en el trabajo, en mi comunidad, la semilla de esta unidad que él nos dio, haciéndonos participar en la vida trinitaria? Al regresar a casa, llevemos con nosotros la alegría de este encuentro con el Señor resucitado; cultivemos en el corazón el compromiso de permanecer en el amor de Dios, permaneciendo unidos a Él y entre nosotros, y siguiendo los pasos de estas cuatro mujeres, modelos de santidad, que la Iglesia nos invita a imitar.”

El semanario Alfa y Omega ha resumido, y recoge Religión en Libertad el itinerario de las nuevas santas.

Mariam Baouardy (o Bawardi) nació en 1846 en la pequeña aldea de Ibillin, muy cerca de Nazaret. Sus padres eran católicos greco-melquitas, pero cuando ella sólo tenía 3 años se quedó huérfana, y fue recogida por un tío paterno que la trasladó a Egipto, a la emblemática ciudad de Alejandría. 
Desde muy pequeña tuvo una relación especial con Cristo y sintió la vocación religiosa, sin embargo, al cumplir 12 años, su tío quiso casarla con un egipcio. A la vista de un matrimonio forzoso que no deseaba, Mariam apareció el día del compromiso con el pelo cortado como signo de protesta. La familia del pretendiente consideró aquel gesto como lo que era: una ofensa, y montaron en cólera. También lo hizo su tío. Así que Mariam tuvo que huir de casa. 

En su travesía, un musulmán intentó convertirla a la fuerza al islam y ella se negó a renunciar a su fe en Cristo. Prefería morir mártir…, y a punto estuvo de hacerlo: aquel hombre la golpeó salvajemente, la envolvió en una manta y la dejó en un descampado, dándola por muerta. Sin embargo, milagrosamente se salvó y, al despertar, se encontró en una gruta, atendida por una mujer «de aspecto celestial» de la que, tiempo más tarde, aseguró que era la Virgen María. Aquella mujer le reveló que no moriría, sino que se desposaría con Jesús, bajo el cuidado de san José. 

Cuando se repuso, la mujer desapareció y ella viajó a Jerusalén, Beirut y Marsella, donde tras conocer a las Carmelitas Descalzas, ingresó en el Carmelo en 1865, con el nombre de María de Jesús Crucificado. En 1875, fundó el Carmelo Descalzo de Belén, donde murió en 1878. Se le atribuyen, por numerosos testimonios y pruebas, al menos cinco dones místicos: éxtasis, levitación, estigmas, visión de santos y don de poesía siendo iletrada.

Maryam Sultanah Danil, conocida como María Alfonsina, nació en Jerusalén en 1843. Su nombre le llevó a sentir un profundo amor por la Virgen y, en particular, por el Rosario. Por eso, a pesar de la oposición de sus padres se consagró como dominica a los 14 años. 

En 1880, siente la llamada a fundar una nueva Congregación que se dedique a la ayuda de los más sencillos y al rezo del Rosario. Nacen así las Hermanas Dominicas del Rosario, donde va a vivir 42 años al servicio de su comunidad: abrió un taller para dar jóvenes a las jóvenes más pobres de Belén; estuvo en Jaffa cuidando de su director espiritual, enfermo; viajó por Beit Sahur, Salt, Nablus, Zababdeh, y Jerusalén; fundó orfanatos y se dedicó, en todos esos lugares, a enseñar a los niños a leer y escribir, fundar confraternidades para mujeres, enseñar trabajos manuales y oficios, transmitir el Catecismo y difundir el rezo del Rosario. Finalmente murió en Ain Karem en 1927. 

El trabajo de estas religiosas en escuelas, parroquias e instituciones en toda la región les han dado gran fama en toda Tierra Santa, pues, como dijo Benedicto XVI durante su beatificación, en 2009, el ideal de santa María Alfonsina siempre fue «vencer el analfabetismo y elevar las condiciones de la mujer de su tiempo, en la tierra donde Jesús mismo exaltó su dignidad».

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