sábado, 16 de abril de 2016

El milagro al Padre Nirwan


Abuna Nirwan es un sacerdote franciscano originario de Iraq. Antes de ordenarse había estudiado medicina. Cuando estaba viviendo en Tierra Santa el Papa aprobó el milagro para la Beatificación de la Madre María Alphonsin Ghattas. Se pidió desde la Santa Sede que se procediera a la exhumación del cadáver de esta monja. Habitualmente le corresponde hacerlo al obispo local, quien designa algún médico que esté presente. Se le pidió a abuna Nirwan que realizara la exhumación e hiciera un reporte médico de la misma. Le dieron las religiosas en 2004 una reliquia de la santa y un rosario que ella había usado, y abuna Nirwan siempre los llevaba consigo.

La historia que vamos a contar sucedió el 14 de julio de 2007. Abuna Nirwan fue a visitar a su familia en Iraq. Fue con un taxi que contrató en la frontera de Siria. Lo contaba él mismo en la homilía de una Misa que celebró en Bet Yalla: “En aquellos momentos no había posibilidad de ir en avión a ver a mi familia. Estaba prohibido. El medio de transporte era el automóvil. El plan era llegar a Bagdad y desde allí ir a Mosul, donde vivían mis padres. El chofer tenía miedo por la situación que se vivía en Iraq. Nos pidió una familia –padre y madre con una niña de dos años- si podían viajar con nosotros. El taxista me dijo que se lo habían preguntado y no puse ningún reparo. Eran musulmanes. El chofer era cristiano. Les dijo que había sitio en el coche, y podían ir con ellos. Paramos en una gasolinera, y otro hombre joven, musulmán nos pidió ir a Mosul. Como había sitio también fue aceptado. La frontera entre Jordania e Iraq no se abre hasta que no amanece la mañana. Cuando salió el sol se abrió la barrera y unos cincuenta o sesenta coches salieron en fila avanzando lentamente todos juntos.

Seguimos con determinación el viaje. Después de más de una hora de coche llegamos a un lugar donde había una inspección. Preparamos los pasaportes. Nos detuvimos. El chofer dijo: tengo miedo de ese grupo. Antes era un check point militar, pero los de una organización terrorista islámica mataron a los militares y se hicieron con el control del lugar. Cuando llegamos nos pidieron los pasaportes, y no nos hicieron bajar del coche. Se llevaron los pasaportes a la oficina. Volvió la persona, se dirigió a mí y me dijo: Padre, vamos a seguir con la investigación. Pueden dirigirse hasta la oficina que hay más allá. Después ya es desierto. Muy bien, respondí, si tenemos que ir iremos. Caminamos un cuarto de hora hasta llegar a la cabaña que nos indicaban.

Cuando llegamos a la cabaña salieron dos hombres con la cara cubierta. Uno llevaba una cámara en una mano y un cuchillo en la otra. El otro tenía barba y llevaba el Corán. Se acercaron a donde estábamos y uno de ellos me preguntó: Padre, ¿de donde viene? Dije que de Jordania. Después le preguntó al chofer. Luego fue al chico joven que venía con nosotros, le agarró por detrás con los brazos y lo mató con el cuchillo. Me ataron las manos a la espalda. Después me dijo: Padre, estamos grabando esto para Al yasira. Quiere decir algunas palabras. Por favor no más de un minuto. Yo dije: no, solo quiero rezar. Me dejaron un minuto para rezar.

Después me empujó desde el hombro hacia abajo hasta que me arrodillé, y dijo: tú eres clérigo, y está prohibido que tu sangre caiga al suelo porque sería un sacrilegio. Así que fue a coger un cubo, y volvió con él para degollarme. No se qué recé en ese momento. Sentí mucho miedo, y le dije a María Alphonsin: no debe ser por casualidad que te lleve conmigo. Si es menester que el Señor me lleve joven estoy listo, pero si no te pido que nadie más muera. Cogió mi cabeza con su mano, me sujetó el hombro con fuerza, y levantó el cuchillo. Unos momentos de silencio, y de repente dijo: ¿quién eres tú? Yo contesté: un monje. Y contestó: y por qué no puedo bajar el cuchillo. ¿Quién eres? Y ya, sin dejarme contestar, me dijo: Padre, tú y todos volved al coche. Nos fuimos hasta el donde estaba el vehículo.

Desde ese momento he dejado de tener miedo a la muerte. Sé que algún día moriré, pero ahora tengo más claro que será solo cuando Dios quiera. Desde entonces no tengo miedo a nada ni a nadie. Lo que me suceda será porque es voluntad de Dios, y Él me dará la fuerza para acoger su Cruz. Lo importante es tener fe. Dios cuida a los que creen en Él.

sábado, 9 de abril de 2016

Restauración de la Tumba en el Santo Sepulcro

El edículo que protege la tumba de Cristo será restaurado por primera vez en dos siglosEs posible que los peregrinos presentes en el Santo Sepulcro este martes 22 de marzo se hayan preguntado a qué tipo de ceremonia han asistido al final de la mañana. Griegos ortodoxos, franciscanos y armenios se han reunido para bendecir... ¡los andamios!

Durante los últimos meses, en secreto, los responsables de las Iglesias de Tierra Santa que custodian la basílica de la Resurrección han trabajado promoviendo una serie de estudios sobre la posibilidad de restaurar la Tumba de Cristo. Sin embargo, no es ningún secreto para nadie que la tumba, situada en el centro de la rotonda del Santo Sepulcro, está en un estado de deterioro avanzado.

Los trabajos y consultas han dado lugar a una conferencia a principios de marzo en Atenas en presencia de distintos ministros del gobierno griego, de los patriarcas greco ortodoxos de Atenas y de Jerusalén, Teófilo II, del custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, y del patriarca armenio Nurhán Manuguián, así como de un centenar de invitados. Durante el encuentro, ladoctora Antonia Maropoulou, profesora de la Universidad Técnica Nacional de Atenas, presentó los resultados del estudio dirigido por ella sobre el estado del edificio. El estudio, multidisciplinar, ha estado realizado en colaboración con muchos otros científicos griegos.

La profesora Moropoulou puso en evidencia los defectos estructurales del edificio desde su construcción. Además, reveló que algunos factores contemporáneos contribuyen a hacerlo todavía más frágil.

En primer lugar está la gran afluencia de peregrinos y turistas a la basílica. La causa principal de la torsión de los bloques de mármol se debe a la alteración de la argamasa, causada por la humedad creciente producida por la condensación de la respiración de los visitantes. Además, el estudio termográfico del lado Sur del edículo ha mostrado que el uso de las velas, consumidas durante horas a pocos centímetros de la estructura (si es que no la tocan directamente), son causa de las fuertes presiones térmicas sobre el mármol.

A todo esto se añade el humo, que provoca una acumulación de depósitos negros y oleaginosos que deterioran el mármol creando las condiciones para que se produzcan reacciones físico-químicas que aceleran la oxidación y el deterioro de las superficies arquitectónicas.

Los trabajos esperarán a que finalicen las fiestas de la Pascua católica y empezarán después de las fiestas ortodoxas. Previstos para una duración de al menos ocho meses, terminarán a comienzos de 2017, es decir setenta años después de la colocación de la armadura metálica, instalada durante el Protectorado británico. Los trabajos de restauración se documentarán continuamente por un equipo compuesto por cerca de treinta profesores de distintos departamentos de la Universidad Técnica Nacional de Atenas, así como otros expertos por parte de los católicos y de los armenios que formarán parte del equipo.

Durante los trabajos el lugar santo será todavía accesible para el culto y la devoción de los fieles.

El acuerdo al que han llegado las distintas Iglesias es el de llevar a cabo una restauración para su conservación. Se intentará desmontar el edículo para reconstruirlo de forma idéntica. Solo las partes más frágiles o rotas serán sustituidas. Las piezas de mármol que se puedan conservar serán pulidas y la estructura que las soporta se verá consolidada.

Los trabajos van a estar financiados por las tres confesiones cristianas del Santo Sepulcro: los griegos ortodoxos, los franciscanos y los armenios. A ellos se unirá la participación de financiación pública por parte del gobierno griego y benefactores privados. El Fondo Mundial para los Monumentos (World Monuments Fund, WMF) ha manifestado su interés en participar.

Construido en 1809-1810 después del gran incendio de 1808 que dañó todo el conjunto del edificio, el edículo actual –de estilo barroco otomano-, no tardó en mostrar señales de fragilidad. Hasta 1868, la cúpula de la rotonda lo protegía solo parcialmente de la intemperie porque en la parte más alta había un oculus a cielo abierto. Sobre todo, el edículo empezó rápidamente a ceder bajo su propio peso. Lo que puede parecer un defecto de concepción proyectual, en realidad podría ser la opción por parte del arquitecto griego de la época, Nikolaos Komnenos, de conservar los vestigios del, o de los edículos precedentes. Las piezas de mármol habrían sido colocadas, por tanto, como una cubierta. "Como una cebolla", escribe Martin Biddle en su libro La tumba de Cristo.

Construido de forma tan frágil y sobre una estructura inestable, el fuerte terremoto del 11 de julio de 1927 no mejoró la situación. La basílica resistió la fuerte sacudida sísmica de alta intensidad (6,2 en la escala de Richter). El único daño visible se descubrió en la cúpula, sobre el coro de los griegos ortodoxos, que sufrió una gran fisura.

Estando Palestina bajo el Mandato británico, los ingenieros del Departamento de Trabajos Públicos emplearon dos meses para obtener el permiso de las autoridades religiosas para inspeccionar el lugar. El sondeo efectuado sobre la tumba confirmó que la estructura incorporaba restos de un edificio anterior. En aquella época, los responsables de las distintas Iglesias no supieron llegar a un acuerdo satisfactorio. La intemperie y nuevas sacudidas sísmicas, sobre todo en 1934, contribuyeron a un mayor deterioro del edificio.

De la iglesia más importante para la cristiandad quedaba solo un horrible bosque de andamios que apuntalaban los distintos muros, muy frágiles ya. Los griegos, los franciscanos por parte católica, y los armenios procedieron a realizar trabajos esporádicos aquí y allá, pero ninguno tocó la tumba.

Cuando, en marzo de 1947, los británicos asumiendo su autoridadapuntalaron el edículo con vigas de acero (sobre las cuales todavía se puede leer: «Steel Company of Bengal»), no tuvieron tiempo sin embargo para conseguir la adhesión de las Iglesias a una restauración definitiva. El Mandato británico concluyó en mayo de 1948.

En 1959, las tres principales confesiones llegaron a un acuerdo para poner en marcha una gran obra de restauración. Cada una de ellas llevó a cabo las labores en su espacio y, juntas, trabajaron en la restauración de la cúpula de la rotonda. Los trabajos finalizaron en 1966, pero la tumba en su lamentable estado no se benefició de ninguna rehabilitación. ¡Y esto es lo que se va a hacer finalmente ahora!

La tumba de Jesús fue excavada en el flanco de una colina, en una cantera de piedra abandonada. El «Jardín de la Resurrección» y la tumba fueron sepultados en torno al 135 bajo un templo erigido por el emperador Adriano. Hacia el 324, el emperador Constantino pidió al obispo de Jerusalén, Macario, que encontrara la tumba de Cristo y construyera en su lugar una basílica. Se erigió así la primera iglesia del Santo Sepulcro.

Se excavó alrededor de la cámara funeraria, donde había reposado el cuerpo de Jesús, para liberar espacio. La roca original fue recubierta de mármol con decoraciones constantinianas. Se erigió así el primer edículo.

Parcialmente dañado por los persas en el 614 y nuevamente saqueado y destruido a mazazos en 1009 bajo las órdenes de Al Hakim ben Amralá, conocido por los cristiano como Hakim el Loco, fue sustituido por un edículo de factura romana hacia el 1014.

Esta obra mostró a su vez señales de deterioro por los mismos factores –intemperie, incendios y saqueos- que causan los mismos efectos hoy. El edículo fue sustituido en 1555 por una estructura muy parecida a la anterior, pero caracterizada por su influencia de estilo gótico. Este edículo, erigido por el custodio de Tierra Santa fray Bonifacio de Ragusa, no resistió elincendio de 1808 y fue sustituido por el actual.

sábado, 2 de abril de 2016

El retablo de Saxum: el camino a Emaús

En estos días recordamos y leemos en el Evangelio de la Misa el pasaje de los discípulos de Emaús a los que se les apareció el Señor en el camino. Me ha parecido interesante publicar una entrada con el retablo que tendrá uno de los oratorios de de Saxum.

Dicho retablo del oratorio del Saxum Multimedia Center ya está terminado. El cuadro, obra del artista Arístides Artal, representa el momento en el que los discípulos de Emaús insisten a Jesús que se quede con ellos (Lc 24, 13-35). “En la imaginación tenía uno de esos paisajes románticos como los de Caspar David Friedrich, donde unas pequeñas figuras contemplan un majestuoso paisaje”, comenta el pintor. La escena hace referencia al hecho que Saxum conmemora el lugar de encuentro de Jesús con los discípulos en el Camino de Emaús.

La pieza, de 7,20 metros de largo por 2,85 de alto, ha estado expuesta en la Iglesia de San José de Sevilla del 25 de enero al 20 de marzo de 2016, fecha en la que se iniciarán los preparativos para su traslado a Jerusalén.

sábado, 26 de marzo de 2016

Encuentro con Cristo resucitado

Según los relatos, la estancia del peregrino en el Santo Sepulcro, hasta que ha sido liberalizada la entrada, se desarrollaba más o menos así. Los peregrinos, guiados por el Custodio, hacían el ingreso solemne en la Basílica. Besaban primero la Piedra de la Unción, se dirigían después hasta la Tumba de Cristo y allí eran recibidos oficialmente con palabras de bienvenida al lugar más sagrado para un cristiano, por parte del Custodio o su representante, quien ponía de manifiesto el significado profundo de la muerte y resurrección de Cristo para todos los hombres. Es lo que se hace hoy cuando hay "ingreso solemne" en el Santo Sepulcro.

Comenzaba después la procesión solemne, como se hace actualmente todas las tardes, con las mismas 14 estaciones, y se ha hecho durante siglos, aunque sólo estuvieran los frailes que moraban dentro del Santo Sepulcro, como sucede también hoy más de una vez. Terminada la procesión solemne, los peregrinos practicaban sus devociones recorriendo personalmente los lugares anteriores, pues quedaban encerrados toda la noche dentro de la Basílica; los guías franciscanos explicaban con más calma a los peregrinos todos los lugares-memoria de la Basílica para que pudieran revivir mejor este momento fundamental de sus vidas. Aprovechaban también para confesarse. A medianoche los sacerdotes peregrinos celebraban la Santa Misa, unos en el Calvario y otros en el Santo Sepulcro. Por la mañana, a la aurora, el Custodio de Tierra Santa celebraba la Misa en Tumba Vacía de Cristo. Todos los peregrinos comulgaban en esta Misa.

Era el momento del encuentro personal con Cristo crucificado, muerto y resucitado, el encuentro con el Calvario y el Sepulcro Vacío de Cristo, el encuentro con la Virgen Dolorosa, Madre de Jesús y Madre nuestra por decisión de su propio Hijo. Las gracias, las experiencias místicas, los sentimientos de cada peregrino están registrados sólo en sus almas y en sus corazones.

A partir del 1860, cuando el peregrino puede entrar, libremente y sin pagar, todas las veces que quiera, ha desaparecido un poco esa tensión que se veía en los peregrinos antiguos. Ha quedado sin embargo el deseo de estar a solas con el Señor en el Calvario o delante del Sepulcro Vacío de Cristo. Es lo que hacen tantos peregrinos que pasan una noche encerrados en la Basílica, adorando y meditando el misterio del amor de Dios: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). Es un deseo al que los franciscanos atienden gustosos. El contacto directo con el Santo Sepulcro es más evidente en los fieles sencillos para quienes ver, tocar, rezar, besar el Sepulcro Vacío constituye el ápice de su peregrinación. Y a veces, nuestros sacristanes se las ven y se las desean para arrancarlos de la Tumba. La fe crece con la luz que da la certeza de que Cristo ha muerto "aquí" por nuestro amor y "aquí" ha resucitado para darnos una vida nueva.

sábado, 19 de marzo de 2016

Encuentro personal del peregrino con Cristo

Según los relatos, la estancia del peregrino en el Santo Sepulcro, hasta que ha sido liberalizada la entrada, se desarrollaba más o menos así. Los peregrinos, guiados por el Custodio, hacían el ingreso solemne en la Basílica. Besaban primero la Piedra de la Unción, se dirigían después hasta la Tumba de Cristo y allí eran recibidos oficialmente con palabras de bienvenida al lugar más sagrado para un cristiano, por parte del Custodio o su representante, quien ponía de manifiesto el significado profundo de la muerte y resurrección de Cristo para todos los hombres. Es lo que se hace hoy cuando hay "ingreso solemne" en el Santo Sepulcro.

Comenzaba después la procesión solemne, como se hace actualmente todas las tardes, con las mismas catorce estaciones, y se ha hecho durante siglos, aunque sólo estuvieran los frailes que moraban dentro del Santo Sepulcro, como sucede también hoy más de una vez. Terminada la procesión solemne, los peregrinos practicaban sus devociones recorriendo personalmente los lugares anteriores, pues quedaban encerrados toda la noche dentro de la Basílica; los guías franciscanos explicaban con más calma a los peregrinos todos los lugares-memoria de la Basílica para que pudieran revivir mejor este momento fundamental de sus vidas. Aprovechaban también para confesarse. A medianoche los sacerdotes peregrinos celebraban la Santa Misa, unos en el Calvario y otros en el Santo Sepulcro. Por la mañana, a la aurora, el Custodio de Tierra Santa celebraba la Misa en Tumba Vacía de Cristo. Todos los peregrinos comulgaban en esta Misa.

Era el momento del encuentro personal con Cristo crucificado, muerto y resucitado, el encuentro con el Calvario y el Sepulcro Vacío de Cristo, el encuentro con la Virgen Dolorosa, Madre de Jesús y Madre nuestra por decisión de su propio Hijo. Las gracias, las experiencias místicas, los sentimientos de cada peregrino están registrados sólo en sus almas y en sus corazones.

A partir del 1860, cuando el peregrino puede entrar, libremente y sin pagar, todas las veces que quiera, ha desaparecido un poco esa tensión que se veía en los peregrinos antiguos. Ha quedado sin embargo el deseo de estar a solas con el Señor en el Calvario o delante del Sepulcro Vacío de Cristo. Es lo que hacen tantos peregrinos que pasan una noche encerrados en la Basílica, adorando y meditando el misterio del amor de Dios: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). El contacto directo con el Santo Sepulcro es más evidente en los fieles sencillos para quienes ver, tocar, rezar, besar el Sepulcro Vacío constituye el ápice de su peregrinación. La fe crece con la luz que da la certeza de que Cristo ha muerto "aquí" por nuestro amor y "aquí" ha resucitado para darnos una vida nueva.

http://www.franciscanos.org/

sábado, 12 de marzo de 2016

Atracción y nostalgia del Santo Sepulcro

Los judíos desterrados en Babilonia recuerdan con nostalgia Jerusalén: «Si me olvidare de ti, Jerusalén..." (Sal 137,5-6). Los antiguos peregrinos, terminada la peregrinación y recibida la bendición del sacerdote, volvían a sus casas. En esos momentos comenzaba la nostalgia de la Casa del Señor, «la nostalgia de Sión». Y consideraban bienaventurados a los que viven permanentemente en Jerusalén y en el Templo del Señor, cantando sus alabanzas. Son sentimientos que se ven en los peregrinos cristianos y manifiestan sobre todo la alegría, el consuelo corporal y espiritual que sentían en esos momentos: no se acordaban ya de las penalidades del viaje ni de lo que habían tenido que pagar; tampoco les parecían largas las horas pasadas encerrados en la Basílica: «¡Qué hermosa cautividad! ¡Qué clausura más deseable! ¡Qué feliz prisión!», exclamaba el dominico Félix Fabri en 1483.

Como fruto de su peregrinación, el peregrino llevaba a su país reliquias o cualquier recuerdo del Santo Sepulcro. A veces, era tanta la pasión y el deseo de tener ese recuerdo, que, si no podía conseguirlo por medios pacíficos, intentaba arrancar con otros medios cualquier fragmento de piedra o de otro material para llevárselo consigo. Al menos el peregrino se lleva los objetos religiosos comprados (cruces, rosarios, etc.) que haya «tocado el Santo Sepulcro», pues el mismo contacto con el Lugar Sagrado «impregnaba» el objeto de la virtud del Lugar. ¡Era tanta la atracción de ese Lugar Santo!

Algunos deseaban más: ¡Quedarse para siempre a vivir en Jerusalén, al servicio de los Santos Lugares! Lo habían hecho los cristianos en tiempos de los bizantinos y de los cruzados, cuando Jerusalén era una ciudad cristiana. Más difícil era hacerlo en una Jerusalén islamizada, pero muchos lo intentaron. Fue el caso de san Ignacio de Loyola, aunque no lo logró. Su ejemplo ha sido seguido con mayor éxito por tantos otros que sí han conseguido ese deseo de vivir junto al Sepulcro Glorioso de nuestro Salvador. Porque el cristiano, como el antiguo peregrino israelita, encuentra la felicidad junto a Dios, en su Templo Santo, y puede decir, con el salmista: «Una cosa he pedido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida, para gustar la dulzura del Señor y cuidar de su Templo» (Sal 26,4).

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sábado, 5 de marzo de 2016

Guía una peregrinación al Santo Sepulcro

Los peregrinos a Tierra Santa se denominan peregrinos al santo Sepulcro. Esa iglesia es la meta última de la peregrinación. Por eso nada más llegar a Jerusalén y pasar por debajo de la puerta, nos dirigimos por las callejas de la ciudad vieja camino al Santo Sepulcro, cantando el Salmo: “Lauda Jerusalem, Dominum, lauda Deum tuum Sion”. Al llegar, sin preámbulos, sin explicaciones, dejo que los peregrinos queden impactados por el shock del Santo Sepulcro, su cacofonía, su mezcla de hábitos, peinados, sombreros, la confusión de la multitud de curiosos, devotos, extravagantes. 

Derechos vamos a la Anástasis, la rotonda alrededor del sepulcro, y entramos en silencio en la Tumba para besarla. “Venid a ver el lugar donde lo pusieron”. Más tarde otro día, más despacio volveremos para hacer la visita y para celebrar allí la Eucaristía, pero no quiero que los peregrinos duerman ni siquiera una noche en Jerusalén, sin haber visitado el Sepulcro.

La Iglesia del Santo Sepulcro, el lugar más santo de toda la Cristiandad, es actualmente una iglesia románica del tiempo de los cruzados (s. XII), construida sobre ruinas de la primera basílica, la de Santa Elena. En su interior se conservan el Calvario y el sepulcro de Jesús según una tradición con muy buenos fundamentos. Aunque hoy día la iglesia se encuentra dentro de la moderna muralla turca, sabemos que el lugar en la época de Jesús quedaba fuera de la segunda muralla romana, junto a una de sus puertas. Era entonces una antigua cantera abandonada que se había ido cubriendo de tierra y sedimentos dando lugar a un jardín. En el centro había quedado un espigón de roca rajada que era usada por los romanos para las ejecuciones, y en la pared norte de la roca había cuevas excavadas en la pared de la roca que eran utilizadas como tumbas. 

Una de las grandes sorpresas para muchos peregrinos es contemplar lo cerca que está el sepulcro del Calvario. Tan cerca, que caben los dos bajo un mismo techo. Y esa proximidad es causa de una cierta incertidumbre para el peregrino. Uno no sabe qué preferir: si permanecer en el Calvario o bajar al sepulcro. Por eso corretea de un lado para el otro sin saber dónde posarse. Muerte y resurrección están tan próximas... El dolor y la alegría están tan contiguos… Cuando uno está en el Calvario recuerda que allí a pocos pasos hay una tumba vacía. Y cuando se encuentra frente a la tumba ya vacía, recuerda que allí muy cerca están el sufrimiento y la cruz.

Juan Manuel Martín-Moreno, SJ.