Entramos en otra casita. Allí estaba un carpintero trabajando en su taller. Ese taller y los instrumentos de trabajo podrían ser muy similares a los que utilizarían San José y Jesús para su trabajo. Nos enseñó cómo realizarían en aquel entonces algunos trabajos. El guía -el chico de azul qe aparece en la foto- bromeaba con el artesano mientras le hablaba en árabe: al enseñarnos los instrumentos de trabajo utilizaba la sierra sobre la mesa burda de madera, y el carpintero le increpaba diciendo que si hacía eso cada vez que fueran visitantes se acabaría quedando sin mesa.
También nos enseñó -en la misma casita- otras salas tal y como estarían en aquel entonces. La habitación dormitorio era para toda la familia. Se trataba de una cueva donde, en la parte del fondo, solían tener la despensa con los alimentos. Nos explicó entonces el guía la parábola que cuenta el Señor en el Evangelio del vecino inoportuno que -a mitad de noche- va a pedir algo para un invitado. La excusa del padre de familia es que están todos los miembros de su familia durmiendo. Efectivamente, por la disposición de la habitación, tenía que pasar por encima de toda la familia para ir a la despensa y volver de nuevo -intentando no pisar a nadie- y darle así el alimento al vecino.
Después fuimos a una habitación que reproducía una pequeña sinagoga de la época. Nos sentamos en los bancos laterales alargados, que tenían siempre las sinagogas y que los judíos habitualmente utilizaban para sentarse. Ahí nuestro guía nos explicó el pasaje del Evangelio en que el Señor se levantó para leer, y desenrollando el pergamino pronunció las palabras del profeta Isaias. Después les dijo: "Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír". En otras palabras, se dieron cuenta de que les estaba anunciando que él era el Mesias que esperaban y que había de venir para salvar a Israel. Estaban sorprendidos preguntándose cómo decía eso él que era hijo de José, el carpintero, bien conocido por todo el pueblo. Jesús les habló de que los planes de Dios tantas veces son distintos a los de los hombres, y les recordó cómo -por ejemplo- fue un extragero el que curó el profeta Eliseo y no uno de Israel. Ellos quedaron heridos en su orgullo y quisieron lapidarle. Nos contaba el guía con mucha precisión el Evangelio ayudándonos a recrearlo, y a imaginarnos la escena en Nazaret, en esa reconstrucción de la pequeña sinagoga en la que nos encontrábamos.
También nos enseñó -en la misma casita- otras salas tal y como estarían en aquel entonces. La habitación dormitorio era para toda la familia. Se trataba de una cueva donde, en la parte del fondo, solían tener la despensa con los alimentos. Nos explicó entonces el guía la parábola que cuenta el Señor en el Evangelio del vecino inoportuno que -a mitad de noche- va a pedir algo para un invitado. La excusa del padre de familia es que están todos los miembros de su familia durmiendo. Efectivamente, por la disposición de la habitación, tenía que pasar por encima de toda la familia para ir a la despensa y volver de nuevo -intentando no pisar a nadie- y darle así el alimento al vecino.
Después fuimos a una habitación que reproducía una pequeña sinagoga de la época. Nos sentamos en los bancos laterales alargados, que tenían siempre las sinagogas y que los judíos habitualmente utilizaban para sentarse. Ahí nuestro guía nos explicó el pasaje del Evangelio en que el Señor se levantó para leer, y desenrollando el pergamino pronunció las palabras del profeta Isaias. Después les dijo: "Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír". En otras palabras, se dieron cuenta de que les estaba anunciando que él era el Mesias que esperaban y que había de venir para salvar a Israel. Estaban sorprendidos preguntándose cómo decía eso él que era hijo de José, el carpintero, bien conocido por todo el pueblo. Jesús les habló de que los planes de Dios tantas veces son distintos a los de los hombres, y les recordó cómo -por ejemplo- fue un extragero el que curó el profeta Eliseo y no uno de Israel. Ellos quedaron heridos en su orgullo y quisieron lapidarle. Nos contaba el guía con mucha precisión el Evangelio ayudándonos a recrearlo, y a imaginarnos la escena en Nazaret, en esa reconstrucción de la pequeña sinagoga en la que nos encontrábamos.
Ahí finalizó la visita. Al salir nos regalaron una pequeña lamparita de barro, como serían las de la época del Señor. Ojalá esta iniciativa tan bonita ayude a muchos que pasen por allí -personas que viven en Tierra Santa y peregrinos- a conocer mejor la vida de Nuestro Señor Jesucristo, conociendo mejor la aldea donde vivió la mayor parte de su vida.
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