sábado, 26 de noviembre de 2011

Arquelao, el rey de la parábola de las minas

"Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad hasta que vuelva. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí." (Lc 19, 11-27).
El Señor cuenta esta parábola del rey que se va de viaje para recibir un reino y volver. Este rey fue Arquelao, el hijo del rey Herodes. Antes de morir Herodes había arreglado su sucesión: Arquelao heredaba el título de rey; Herodes Antipas se convertía en tetrarca de Galilea y de Perea; Herodes Filipo, el hijo de Cleopatra, pasaba a ser tetrarca del Gaulanítide, Traconítide, Batanea y Panias. Desde el comienzo de su reinado Arquelao tuvo que enfrentarse con una rebelión fomentada por los fariseos; al mismo tiempo, le discutía el título de rey su hermano Herodes Antipas, que había sido designado anteriormente por Herodes para sucederle. Aunque el ejército quería nombrarle ya rey, Arquelao prefirió ir a Roma para ser nombrado rey por el César. Pero también acudieron a Roma varias delegaciones a presentar sus reivindicaciones. Desde este lugar de Jericó -en la fotografía de arriba se ven las ruinas- donde ya tenía el palacio su padre Herodes se trasladó Arquelao a Roma para ser investido Rey. El César Augusto reflexionó sobre el asunto y acabó confirmando más o menos el testamento de Herodes: Arquelao se quedaba con Judea, Idumea y Samaria, pero sólo con el título de etnarca; Antipas era tetrarca de Batanea, Auranítide y Traconítide. Este arreglo no duró mucho tiempo: Arquelao escandalizó a todos al casarse con una princesa capadocia, esposa anterior de Alejandro (hijo de Mariamme I) y de Yuba de Mauritania. También antes de salir en su viaje a Roma mató a unos tres mil fariseos por una sedición. A la vuelta también procuró matar a todos los que se habían opuesto a su reinado. Finalmente otra legación de judíos y de samaritanos lo acusaron ante Augusto de cruel y de brutal. El año 6 d.C., el emperador depuso a Arquelao y lo desterró a las Galias; en adelante, la etnarquía de Judea, Idumea y Samaria se le confiaría a un procurador.
Vemos cómo las parábolas del Señor en el evangelio están basadas en hechos reales de la época, de forma que la gente las podían entender bien. El Señor se sirve de esas noticias de la vida real para transmitir alguna enseñanza. Y a nosotros también nos ayuda mucho conocer estos hechos que sucedieron en la época del Señor para entender mejor las parábolas o enseñanzas que nos ha dejado a través de las Sagradas Escrituras.