«Toda la historia empezó aquí, en Belén, con el nacimiento de Jesús». Un joven peregrino está en éxtasis: «¡Es grandioso!». En este 24 de diciembre, en la plaza del Pesebre, una variopinta muchedumbre se ha reunido delante de la basílica de la Natividad. Hay grupos de peregrinos, familias de Belén, niños disfrazados de Papá Noel. Los velos de algunas mujeres musulmanas se mezclan con los de las religiosas y con los gorros rojos con pompones blancos. Peregrinos de todo el mundo intentan abrirse paso para ver de cerca el cortejo de los exploradores. En este comienzo de tarde soleado, al patriarca de Jerusalén, Su Beatitud Mons. Fuad Twal, se le espera para que realice su ingreso solemne en la basílica de la Natividad. Belén está en fiesta.
Los Scouts desfilan por la ciudad, haciendo resonar sus tambores y trompetas, en un desfile alegre. Personas de todas las confesiones y de todas las edades hacen ondear las banderas palestinas. «Somos sobre todo de Belén, Beit Sahur, Beit Yala y Ramala. «¡Hemos estado ensayando desde hace algunos meses para estar hoy preparados!», explica un joven Scout siríaco ortodoxo.
El patriarca, que llega de Jerusalén, se encuentra con las autoridades civiles de la ciudad. Todos avanzan hacia la basílica, escoltados por los franciscanos. El guardián de la fraternidad, le acoge y, tras el tradicional saludo a las demás confesiones cristianas en la nave de la basílica, le acompaña, al canto del Te Deum, para rezar las primeras vísperas en la iglesia de Santa Catalina. En este día especial, Su Beatitud Mons. Fuad Twal, los seminaristas del Patriarcado latino y algunos peregrinos se unen a la procesión cotidiana de los franciscanos.
Fuera se va haciendo de noche y las luces iluminan la plaza. Las actuaciones se suceden en un escenario montado para la ocasión. En la basílica están ultimando los preparativos. Los frailes sacristanes y los ceremonieros están muy ocupados. Gracias a este trabajo entre bastidores, todo se desarrollará de la mejor manera ante los objetivos de las cámaras de televisión que retransmitirán la ceremonia al mundo entero.
Al mismo tiempo, en el Campo de los Pastores, grupos de peregrinos se alternan en las distintas grutas, capillas y tiendas para celebrar misas. Son católicos y protestantes procedentes de Indonesia, China, Hispanoamérica o Europa. En una sacristía, un franciscano se dispone velozmente a preparar la próxima misa. «Durante el año aquí solo hay un franciscano, pero por Navidad hemos venido seis, sobre todo seminaristas, para ayudar». Cada uno de ocupa de tres o cuatro puestos, y debe gestionar la organización de una decena de misas que se celebran al mismo tiempo. Sin embargo, la afluencia de peregrinos ha disminuido: «Este año se han previsto 70 grupos, frente a los 140 del año pasado, a causa de la difícil situación del país. Todo se vive con simplicidad y la atmósfera es relajada. Algunos de los grupos no han llegado y otros lo han hecho con retraso, debido al cambio horario». Pero el espíritu de Navidad no falta y añade sonriendo: «Las personas no se quejan y todos se felicitan la Navidad».
A las 23.15 comienza en la iglesia de Santa Catalina el oficio de lecturas, seguido de la Misa del Gallo, presidida por el patriarca y que congrega a 1.700 fieles. Están presentes los cónsules generales de las cuatro naciones latinas –Bélgica, España, Francia e Italia- y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás. En este día en que se celebra el nacimiento del Niño Jesús como salvador, Mons. Fuad Twal ha invitado a rezar por la paz en Tierra Santa. En la gruta, en el altar del Pesebre, abuna Nirwán, el párroco, celebra con sus vicarios la misa de Navidad en árabe. La misa se celebra de modo especial por la paz en Oriente Medio, y en particular por Siria e Irak, donde los cristianos sufren mayormente.
Al concluir la celebración, y al canto del Gloria in excelsis Deo, el patriarca lleva en procesión la imagen del Niño Jesús hasta el pesebre, mientras las campanas no dejan de repicar. Al fondo de la iglesia, Shibly, Jack y Shadi, los tres kawas en uniforme azul y oro, esperan para regresar a Jerusalén. Han guiado el cortejo durante toda la jornada, abriendo la marcha a los franciscanos y al patriarca. Shibly sonríe: «Es verdad que lo hago todos los años, pero eso no importa y siempre es una gran alegría celebrar la Navidad en Belén».
Los frailes siguen trabajando, organizando y preparando la iglesia para las misas del día siguiente. En la gruta de la Natividad, los peregrinos desfilan hasta la mañana siguiente, mientras en el altar del Pesebre se celebran misas durante toda la noche. Hay muchos indios; Salma, por ejemplo, trabaja en Jerusalén. A las 5 se celebrará una misa en su lengua. La comunidad india de Israel ha venido hasta aquí y está contenta.
Hay mucha calma, pero todavía no ha terminado todo. Con el nacimiento de Cristo, se nos ofrece un nuevo comienzo.
Hélène Morlet
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