sábado, 28 de junio de 2014

Jerusalén: en la intimidad del Cenáculo III

Saliendo de la ciudad por la puerta de Sión, una calle conduce al Cenáculo —hacia la izquierda— y a la basílica de la Dormición —hacia la derecha—. Firma: Leobard Hinfelaar.
Los evangelistas no aportan datos que permitan identificar este lugar, pero la tradición lo sitúa en el extremo suroccidental de Jerusalén, sobre una colina que empezó a llamarse Sión solo en época cristiana. Originalmente, este nombre se había aplicado a la fortaleza jebusea que conquistó David; después, al monte del Templo, donde se custodiaba el Arca de la Alianza; y más tarde, en los salmos y los libros proféticos de la Biblia, a la entera ciudad y sus habitantes; tras el destierro en Babilonia, el término adquirió un significado escatológico y mesiánico, para indicar el origen de nuestra salvación. Recogiendo este sentido espiritual, cuando el Templo fue destruido en el año 70, la primera comunidad cristiana lo asignó al monte donde se hallaba el Cenáculo, por su relación con el nacimiento de la Iglesia.

Recibimos testimonio de esta tradición a través de san Epifanio de Salamina, que vivió a finales del siglo IV, fue monje en Palestina y obispo en Chipre. Relata que el emperador Adriano, cuando viajó a oriente en el año 138, «encontró Jerusalén completamente arrasada y el templo de Dios destruido y profanado, con excepción de unos pocos edificios y de aquella pequeña iglesia de los Cristianos, que se hallaba en el lugar del cenáculo, adonde los discípulos subieron tras regresar del monte de los Olivos, desde el que el Salvador ascendió a los cielos. Estaba construida en la zona de Sión que sobrevivió a la ciudad, con algunos edificios cercanos a Sión y siete sinagogas, que quedaron en el monte como cabañas; parece que solo una de estas se conservó hasta la época del obispo Máximo y el emperador Constantino» (San Epifanio di Salamina, De mensuris et ponderibus, 14).


Este testimonio coincide con otros del siglo IV: el transmitido por Eusebio de Cesarea, que elenca veintinueve obispos con sede en Sión desde la era apostólica hasta su propio tiempo; el peregrino anónimo de Burdeos, que vio la última de las siete sinagogas; san Cirilo de Jerusalén, que se refiere a la iglesia superior donde se recordaba la venida del Espíritu Santo; y la peregrina Egeria, que describe una liturgia celebrada allí en memoria de las apariciones del Señor resucitado.

Por diversas fuentes históricas, litúrgicas y arqueológicas, sabemos que durante la segunda mitad del siglo IV la pequeña iglesia fue sustituida por una gran basílica, llamada Santa Sión y considerada la madre de todas las iglesias. Además del Cenáculo, incluía el lugar de la Dormición de la Virgen, que la tradición situaba en una vivienda cercana; también conservaba la columna de la flagelación y las reliquias de san Esteban, y el 26 de diciembre se conmemoraba allí al rey David y a Santiago, el primer obispo de Jerusalén. Se conoce poco de la planta de este templo, que fue incendiado por los persas en el siglo VII, restaurado posteriormente y de nuevo dañado por los árabes.

sábado, 21 de junio de 2014

Jerusalén: en la intimidad del Cenáculo II

Jerusalén en el año 70 y la Ciudad Vieja en la actualidad. Gráfico: J. Gil.La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13, 1). Estas palabras solemnes de san Juan, que resuenan con familiaridad en nuestros oídos, nos introducen en la intimidad del Cenáculo.

¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? (Mc 14, 12), habían preguntado los discípulos. Id a la ciudad —respondió el Señor— y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidle, y allí donde entre decidle al dueño de la casa: «El Maestro dice: "¿Dónde tengo la sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?"» Y él os mostrará una habitación en el piso de arriba, grande, ya lista y dispuesta. Preparádnosla allí (Mc 14, 13-15).

Momento de la Última Cena en la película
Conocemos los acontecimientos que sucedieron después, durante la Última Cena del Señor con sus discípulos: la institución de la Eucaristía y de los Apóstoles como sacerdotes de la Nueva Alianza; la discusión entre ellos sobre quién se consideraba el mayor; el anuncio de la traición de Judas, del abandono de los discípulos y de las negaciones de Pedro; la enseñanza del mandamiento nuevo y el lavatorio de los pies; el discurso de despedida y la oración sacerdotal de Jesús... 

El Cenáculo sería ya digno de veneración solo por lo que ocurrió entre sus paredes aquella noche, pero además allí el Señor resucitado se apareció en dos ocasiones a los Apóstoles, que se habían escondido dentro con las puertas cerradas por miedo a los judíos (Cfr. Jn 20, 19-29); la segunda vez, Tomás rectificó su incredulidad con un acto de fe en la divinidad de Jesús: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20, 28). Los Hechos de los Apóstoles nos han transmitido también que la Iglesia, en sus orígenes, se reunía en el Cenáculo, donde vivían Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús, y sus hermanos (Hch 1, 13-14). El día de Pentecostés, en aquella sala recibieron el Espíritu Santo, que les impulsó a ir y predicar la buena nueva.

sábado, 14 de junio de 2014

Jerusalén: en la intimidad del Cenáculo I

La sala del Cenáculo conserva la arquitectura gótica con que fue restaurada en el siglo XIV. En la fotografía, hecha desde la zona de la entrada, se ve la construcción para la plegaria musulmana en el muro de la derecha, y la escalera y la puerta que conducen a la capilla de la venida del Espíritu Santo en la pared del fondo. Firma: Jasón Harman (www.jasonharman.com).
Fijaos ahora en el Maestro reunido con sus discípulos, en la intimidad del Cenáculo. Al acercarse el momento de su Pasión, el Corazón de Cristo, rodeado por los que Él ama, estalla en llamaradas inefables (Amigos de Dios, 222). Ardientemente había deseado que llegara esa Pascua (Cfr. Lc 22, 15), la más importante de las fiestas anuales de Israel, en la que se revivía la liberación de la esclavitud en Egipto. Estaba unida a otra celebración, la de los Ácimos, en recuerdo de los panes sin levadura que el pueblo debió tomar durante su huida precipitada del país del Nilo. Aunque la ceremonia principal de aquellas fiestas consistía en una cena familiar, esta poseía un carácter religioso fuerte: «era conmemoración del pasado, pero, al mismo tiempo, también memoria profética, es decir, anuncio de una liberación futura» (Benedicto XVI, Exhort. apost.Sacramentum caritatis, 10).


Durante esa celebración, el momento decisivo era el relato de la Pascua o hagadá pascual. Empezaba con una pregunta del más joven de los hijos al padre:

—¿Qué distingue esta noche de todas las noches?
La respuesta daba ocasión para narrar con detalle la salida de Egipto. El cabeza de familia tomaba la palabra en primera persona, para simbolizar que no solo se recordaban aquellos hechos, sino que se hacían presentes en el ritual. Al terminar, se entonaba un gran cántico de alabanza, compuesto por los salmos 113 y 114, y se bebía una copa de vino, llamada de la hagadá. Después, se bendecía la mesa, empezando por el pan ácimo. El principal lo tomaba y daba un trozo a cada uno con la carne del cordero.

Una vez tomada la cena, se retiraban los platos y todos se lavaban las manos para continuar la sobremesa. La conclusión solemne se comenzaba sirviendo el cáliz de bendición, una copa que contenía vino mezclado con agua. Antes de beberlo, el que presidía, puesto en pie, recitaba una larga acción de gracias.

Al tener la Última Cena con los Apóstoles en el contexto del antiguo banquete pascual, el Señor lo transformó y le dio su sentido definitivo: «en efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1340).
Sala donde se recordaba la venida del Espíritu Santo. Se abre muy pocas veces al año; por ejemplo, el día de Pentecostés. Firma: Marie-Armelle Beaulieu/CTS.

Cuando el Señor en la Última Cena instituyó la Sagrada Eucaristía, era de noche (...). Se hacía noche en el mundo, porque los viejos ritos, los antiguos signos de la misericordia infinita de Dios con la humanidad iban a realizarse plenamente, abriendo el camino a un verdadero amanecer: la nueva Pascua. La Eucaristía fue instituida durante la noche, preparando de antemano la mañana de la Resurrección (Es Cristo que pasa, 155).

En la intimidad del Cenáculo, Jesús hizo algo sorprendente, totalmente inédito: tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:

—Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía (Lc 22, 19).
Sus palabras expresan la radical novedad de esta cena con respecto a las anteriores celebraciones pascuales. Cuando pasó el pan ácimo a los discípulos, no les entregó pan, sino una realidad distinta: esto es mi cuerpo. «En el pan partido, el Señor se reparte a sí mismo (...). Al agradecer y bendecir, Jesús transforma el pan, y ya no es pan terrenal lo que da, sino la comunión consigo mismo» (Benedicto XVI, Homilía de la Misa in Cena Domini, 9-IV-2009). Y al mismo tiempo que instituyó la Eucaristía, donó a los Apóstoles el poder de perpetuarla, por el sacerdocio.

También con el cáliz Jesús hizo algo de singular relevancia: tomó del mismo modo el cáliz, después de haber cenado, y se lo pasó diciendo:
—Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros (Lc 22, 20).

Ante este misterio, el beato Juan Pablo II planteaba: «¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega "hasta el extremo" (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida. Este aspecto de caridad universal del Sacramento eucarístico se funda en las palabras mismas del Salvador. Al instituirlo, no se limitó a decir "Éste es mi cuerpo", "Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre", sino que añadió "entregado por vosotros... derramada por vosotros" (Lc 22, 19-20). No afirmó solamente que lo que les daba de comer y beber era su cuerpo y su sangre, sino que manifestó su valor sacrificial, haciendo presente de modo sacramental su sacrificio, que cumpliría después en la cruz algunas horas más tarde, para la salvación de todos» (Beato Juan Pablo II, Litt. enc. Ecclesia de Eucharistia, 17-IV-2003, 11-12).

Benedicto XVI, dirigiéndose a los Ordinarios de Tierra Santa en el mismo lugar de la Última Cena, enseñaba: «en el Cenáculo el misterio de gracia y salvación, del que somos destinatarios y también heraldos y ministros, solo se puede expresar en términos de amor» (Benedicto XVI, Rezo del Regina Coeli con los Ordinarios de Tierra Santa): el de Dios, que nos ha amado primero y se ha quedado realmente presente en la Eucaristía, y el de nuestra respuesta, que nos lleve a entregarnos generosamente al Señor y a los demás.

Ante Jesús Sacramentado —¡cómo me gusta hacer un acto de fe explícita en la presencia real del Señor en la Eucaristía!—, fomentad en vuestros corazones el afán de transmitir, con vuestra oración, un latido lleno de fortaleza que llegue a todos los lugares de la tierra, hasta el último rincón del planeta donde haya un hombre que gaste generosamente su existencia en servicio de Dios y de las almas (Amigos de Dios, 154).

http://www.es.josemariaescriva.info/

sábado, 7 de junio de 2014

Reflexiones sobre el viaje del Papa Francisco a Tierra Santa


El viaje del Papa Francisco a Tierra Santa, los días 24 al 26 de Mayo 2014, contó con tres etapas: Aman (Jordania), Belén (Palestina) y Jerusalén (Israel). 
A su llegada a Aman (Jordania), Su Santidad el Papa Francisco, ofreció un discurso ante el rey Abdullah II de Jordania en el que destacó haber constatado con dolor la tensión por la que transita el Medio Oriente, un conflicto demasiado largo y la necesidad de una solución pacífica para Siria.

(24 de mayo); la prédica por la paz en medio del conflicto en Siria: Su Santidad dijo ante Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina: “Es necesaria una solución pacífica para Siria, la paz no se compra ni se vende; construir la paz es difícil pero vivir sin ella es un tormento”.

(25 de mayo); el reconocimiento de dos estados en conflicto, el de Israel (sea universalmente reconocido que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a gozar de paz y seguridad dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas) y el de Palestina (Que se reconozca igualmente que el pueblo palestino tiene derecho a una patria soberana, a vivir con dignidad y a desplazarse libremente). El papa invitó a rezar juntos en el Vaticano al presidente de Israel, Simon Peres y al líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas.

(26 de mayo); el mensaje al Islam desde la Explanada de las Mezquitas en el que exhortó a aprender a comprender el dolor del otro y a no instrumentalizar el nombre de Dios para la violencia; su abrazo con el rabino Abraham Skorka y el musulmán Omar Abboud ante el Muro de los Lamentos. La ofrenda de flores en la tumba de Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista, ubicada en el cementerio nacional de Israel. El desvío del itinerario para acudir a rezar en una lápida dedicada a las víctimas del terrorismo en Israel. La visita al Yad Vashem, el memorial del Holocausto donde, Su Santidad hizo referencia a los campos de exterminio, exclamó: ¡Nunca más, Señor, nunca más! La reconciliación entre judíos y cristianos como uno de los frutos del Concilio Vaticano II, a la que hizo referencia ante los dos grandes rabinos; el asquenazí y el sefardí. La celebración eucarística en el Cenáculo, lugar santo para los cristianos que pertenece actualmente a Israel. En Jerusalén, el papa Francisco se descalzó en la explanada de las Mezquitas. Visitó la mezquita de Al-Aqsa, tercer lugar más sagrado del Islam. Luego, se dirigió al gran mufti de Jerusalén en el edificio del Gran Consejo. El gran mufti señaló ante Francisco que Israel prohíbe a muchos musulmanes que acudan a los Lugares Santos lo que tiene consecuencias desagradables y, según él, puede provocar una guerra mundial. 

Su Santidad el Papa Francisco expresó: “Desde este lugar santo lanzo un vehemente llamamiento a todas las personas y comunidades que se reconocen en Abrahán: Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas. Aprendamos a comprender el dolor del otro. Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia”.

Aprovechando la ocasión y hablando con familiares, amigos y sacerdotes de diferentes ritos cristianos orientales, todos coincidimos en calificar la visita de Su Santidad el Papa a la Tierra Santa, como histórica, tiene muchísimo significado, para todo el mundo, sobre todo para nosotros “los cristianos Orientales”. El hecho de que, por vez primera, representantes de las diversas confesiones cristianas, entre ellos greco-ortodoxos, armenios ortodoxos y franciscanos católicos recen todos juntos y públicamente en el Santo Sepulcro, lugar sagrado para el cristianismo. Durante su visita, el Papa no usó vehículos blindados, tenía menos seguridad, ha podido estar con la gente, abrazarles y saludarles sin miedo, demostrando una gran valentía al visitar la Región en este momento. 

Raad Salam Naaman

http://www.religionenlibertad.com/

sábado, 31 de mayo de 2014

Anécdotas del viaje del Papa Francisco a Tierra Santa

Efectivamente Jirias recibió al Papasd a su llegada a Jerusalén, como se ve en la imagen. Finalmente le entrego algo de tierra, de Tierra Santa, para que el Papa la bendijera. No le fue permitido entregarle los fotetos "con ojos de niños", que estaban preparados y con dedicatorias incluidas, pero se los enviaré por correo, y espero que los lea. Jirias estaba muy contento, pues -como se ve en la imagen- pudo saludar al Papa y entregarle tierra de Tierra Santa.

Del centro de mujeres del Opus Dei de Jerusalén prepararon dos regalos para el Papa. Uno fue un ramo de 50 rosas rojas. Era un detalle para recordar los 50 años transcurridos desde el abrazo que el Papa Pablo VI se dió con el Patriarca de Constantinopla. Se las llevaron a la nunciatura unos días antes de su llegada. El Papa iba a vivir allí los días de su estancia. Supimos que, finalmente, las colocaron debajo del altar de la capilla de la nunciatura. Así que el Papa las pudo ver varias veces. 

El otro regalo fue una tarta muy grande de dulce de leche. Es bien conocido el gusto de los argentinos por este tipo de dulce. En concreto, al Papa, sabemos que también le gusta mucho. Así que se propusieron hacer una tarta con este producto. En esta ocasión la llevaron al Patriarcado latino de Jerusalén, para que le fuera ofrecida en la cena que tendría lugar con autoridades en ese lugar.

Lo de las comidas también ha tenido su historia, porque el Papa ha vuelto a hacer de las suyas, cambiando el plan de repente. Estaba previsto que comiera en el restaruante que hay en Notre Damme. Poco antes de la comida, el Papa decidió -por sorpresa- ir a comer con los franciscanos. Fue totalmente inesperado. Llegó al complejo de san Salvador, y entró en el comedor, ante el asombro de los franciscanos presentes. Comió los espaguetis - ya medio frios- que tenían ahí para todos.

Las medidas de seguridad en Israel fueron tremendas. Estaban las calles atestadas de policías y militares. Cuando salíamos de Getsemaní otro sacerdote y yo, ya regresando a casa, íbamos agradeciendo en hebreo a los policías el trabajo que habían hecho. Todos nos contestaban muy contentos. Pero hubo uno que estaba exultante y, cuando le felicitamos, gritó en castellano -supongo que por ser el idioma nativo del Papa-: ¡Viva el Papa! Nos hizo reir, y nos dió mucho gusto.

Termino con otra anécdota que me contaron. Una señora judia tenía un hijo enfermo de cáncer. Se enteró de que su rabino iba a ver al Papa, y se decidió ir a verle para hacerle una curiosa petición. Le dijo que si le podía pedir al Papa que impusiera las manos a su hijo. El rabino, cuando saludó al Papa se lo contó, y el Papa contestó que por supuesto, que la llamara. El rabino fue rapidamente a buscar a la mujer para que acudiera con su hijo. Lo que no sé es si finalmente el Papa le llegó a imponer las manos al niño.

lunes, 26 de mayo de 2014

Abrazo y palabras con el Papa. Después oración en Getsemaní

Antes de la entrada del Papa en Getsemaní he podido, no solo saludarle, sino también darle un beso y un abrazo.
No me lo esperaba. Con las impresionantes medidas de seguridad que hemos tenido estos días y, más enconcreto, para entrar en Getsemaní. Así que me parecía imposible poder llegar siquiera a saludarle. Pero, cuando llegó, estaba detrás de una columna, para ver si podía verle de cerca cuando entrara. 
Al calcular que llegaba a la altura donde estaba, me he metido en el espacio -suficientemente amplio- que había entre la columna y la pared, y he aparecido delante del Papa. Entonces, le he besado la mano, y le he preguntado:
-Santo Padre, ¿le puedo dar un abrazo? 
Después de darle un beso y un abrazo, le he dicho:
-Soy un sacerdote del Opus Dei. Vivo en Tierra Santa desde hace casi 8 años.
Creo que me ha dicho brevemente: 
Muy bien.
Luego he proseguido con lo que había pensado decirle:
-El Papa san Juan Pablo II afirmó que en el Opus Dei tenemos el carisma de la confesión. Yo voy a confesar a Belén con mucha frecuencia.
El Papa ha hablado muy despacio, y haciendo hincapié en las palabras que me decía como al oído:
-Sé muy misericordioso.
Y, posteriormente, ha entrado en la Basílica de Getsemaní. Allí hemos estado rezando con él muchos sacerdotes y religiosos de Tierra Santa. Ha sido una liturgia de la Palabra sencilla, pero muy bonita.

La liturgia de la Palabra ha tenido su momento culminante en el texto del Evangelio que se ha leído sobre la Pasión. Cuando el que lo leía llegó al lugar donde se dice que rezaba con más intensidad, se ha dirigido a la roca, y de rodillas ha leído: y sudó gotas de sangre, que AQUÏ, caían hasta el suelo. Y, después desde el ambón, ha finalizado: ¿Porqué dormís? Levantáos y orad para no caer en tentación".
Después el Papa ha pronunciado en la homilía. Entre otras cosas ha dicho: "Nos encontramos en este lugar santo, santificado por la oración de Jesús, por su angustia, por su sudor de sangre; santificado sobre todo por su "sí" a la voluntad de amor del Padre. Sentimos casi temor de acercarnos a los sentimientos que Jesús experimentó en aquella hora; entramos de puntillas en aquel espacio interior donde se decidió el drama del mundo” También se ha preguntado y nos ha preguntado: "¿quién soy yo ante mi Señor que sufre?¿Soy de los que, invitados por Jesús a velar con él, se duermen y, en lugar de rezar, tratan de evadirse cerrando los ojos a la realidad?"

En un momento de la homilía ha comentado algo muy emocionante para los que vivimos en Tierra Santa: “Desde este lugar santo quisiera dirigir un afectuoso saludo a todos los cristianos de Jerusalén. Quería asegurarles que les recuerdo con afecto y que rezo por ellos conociendo bien las dificultades de su vida en la ciudad. Y les exhorto a ser testimonios valientes de la Pasión del Señor, también de su resurrección con alegría en la esperanza”. 

Y, casi al final: "Ustedes, queridos hermanos y hermanas, están llamados a seguir al Señor con alegría en esta Tierra bendita. Es un don y una responsabilidad. Su presencia aquí es muy importante; toda la Iglesia se lo agradece y los apoya con la oración".
Al terminar la liturgia de la palabra, el Papa ha plantado un olivo argentino en el huerto. De ahí ha partido para celebrar la Santa Misa en el Cenáculo.

domingo, 25 de mayo de 2014

El Papa Francisco en Belén


El Papa frente a más de 50 mil personas
La Misa del Papa Francisco en Belén ha sido memorable. Muy bonita. Me ha parecido mejor la organización que en la que Misa que tuvimos en el mismo lugar con el Papa Benedicto XVI. Había menos acumulación de gente a la entrada, y todo ha resultado más agil. La verdad es que se había trasmitido un cierto miedo de que pudiera llegar a haber demasiada gente. Por eso, por ejemplo, de Nazaret solo se habían previsto tres autobuses. Y, al final, se han visto algunos sitios libres en la plaza. Aunque en general se veía llena.

El ambiente era impresionante: festivo y de mucha alegría. Desde la plaza, mientras esperábamos la llegada del Papa, seguíamos por las pantallas gigantes su llegada a Belén, y su recibimiento por el presidente de la autoridad Palestina Abu Mazen. 

En la Misa, junto al Papa, había cuatro diáconos del seminario de Bet Jalla: uno de ellos de Ramallah, gran amigo mio, que se llama Bashar, y se ordena sacerdote dentro de un mes. Este año se ordenan 5 sacerdotes del Patriarcado latino.

Durante toda la espera habia música que la gente acompañaba, moviendo al compás cientos de banderas. Cuando el Papa ha entrado en el recinto ha sido el culmen. El Papamovil ha dado una vuelta por la plaza -que ya de si no es muy grande- y todos los asistentes han podido verle muy de cerca. 

Poco después, las banderas y los gritos se han detenido, porque se ha dado el aviso de que comenzaria en breves minutos la ceremonia. La gente ha seguido la Santa Misa con recogimiento y mucha piedad. El coro ha ayudado mucho, pues habían preparado muy bien las canciones. Especialmente bonito ha sido el Padrenuestro, que el coro ha cantado en arameo.

En la homilia el Papa ha agradecido a los "bravos franciscanos" la labor que realizan en Tierra Santa. Los religiosos franciscanos que tenía alrededor estaban entusiamados y muy agradecidos por el detalle de cariño que, con estas palabras, el Papa había tenido con ellos, y con la realización de su misión de custodiar los lugares Santos.

Ha hablado mucho el Papa de la familia y especialmente de los niños. "El Niño Jesús, nacido en Belén, es el signo que Dios dio a los que esperaban la salvación, y permanece para siempre como signo de la ternura de Dios y de su presencia en el mundo. «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño...». También hoy los niños son un signo. Signo de esperanza, signo de vida, pero también signo "diagnóstico" para entender el estado de salud de una familia, de una sociedad, de todo el mundo. Cuando los niños son recibidos, amados, custodiados, tutelados, la familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es más humano.

"El Niño de Belén es frágil, como todos los recién nacidos. No sabe hablar y, sin embargo, es la Palabra que se ha hecho carne, que ha venido a cambiar el corazón y la vida de los hombres. Este Niño, como todo niño, es débil y necesita ayuda y protección. También hoy los niños necesitan ser acogidos y defendidos desde el seno materno".

"En nuestro mundo, que ha desarrollado las tecnologías más sofisticadas, hay todavía por desgracia tantos niños en condiciones deshumanas, que viven al margen de la sociedad, en las periferias de las grandes ciudades o en las zonas rurales. Todavía hoy muchos niños son explotados, maltratados, esclavizados, objeto de violencia y de tráfico ilícito. Demasiados niños son hoy prófugos, refugiados, a veces ahogados en los mares, especialmente en las aguas del Mediterráneo. De todo esto nos avergonzamos hoy delante de Dios, el Dios que se ha hecho Niño".

"Y nos preguntamos: ¿Quién somos nosotros ante Jesús Niño? ¿Quién somos ante los niños de hoy? ¿Somos como María y José, que reciben a Jesús y lo cuidan con amor materno y paterno? ¿O somos como Herodes, que desea eliminarlo? ¿Somos como los pastores, que corren, se arrodillan para adorarlo y le ofrecen sus humildes dones? ¿O somos más bien indiferentes? ¿Somos tal vez retóricos y pietistas, personas que se aprovechan de las imágenes de los niños pobres con fines lucrativos? ¿Somos capaces de estar a su lado, de "perder tiempo" con ellos? ¿Sabemos escucharlos, custodiarlos, rezar por ellos y con ellos? ¿O los descuidamos, para ocuparnos de nuestras cosas?"

Al final de la Misa el Papa ha querido decir unas palabras pidiendo por la paz. Me ha parecido especialmente emotivo, cómo se ofrecía y prestaba su casa para que los líderes árabe y hebreo rezaran por la paz en Tierra Santa. Después he podido saber por los medios de comunicación que los líderes, Abu Mazen y Simon Peres, han aceptado esta invitación del Santo Padre.

Cuando salía de revestirse el Santo Padre he podido verle muy de cerca, como a dos metros. En ese momento se subía al Papamovil para dirigirse a la gruta de Belén, el lugar del Nacimiento. Ha estado muy cariñoso y saludando a mucha gente que se arremolinaba a los lados del Papamovil.

Mañana, si Dios quiere, podré estar en la reunión con sacerdotes y seminaristas en Getsemaní, y espero contarlo.