"El trayecto desde la torre Antonia hasta el Calvario -La Via Dolorosa- tiene una longitud de unos 600 metros. Una persona físicamente normal necesita dar unos 1.200 pasos para recorrerlo. El camino actual es el que la tradición ha conservado a lo largo del tiempo, aunque no se sabe con certeza el punto desde donde comenzó y tampoco el trazado de las calles, porque el trayecto actual corresponde, en parte, al de la ciudad romana Aelia Capitolina que se construyó sobre las ruinas de la ciudad. Es una vía trazada por la fe de los fieles. Los padres franciscanos comenzaron con esta devoción en el siglo XIV. El recorrido histórico-arqueológico es otro distinto al actual. Partiría del palacio de Herodes el Grande, junto a la muralla occidental, que estaba ubicado en el lugar más alto de la ciudad con una cota de 760 metros sobre el nivel del mar, bajaría en fuerte pendiente unos 300 metros hacia el este para buscar una puerta en la segunda muralla, pues tenía que descender la ladera del monte Akra con un desnivel de unos 20 metros, vadearía por un puente una vaguada que iría hacia el Tiropeón, luego el camino iría al lado de la muralla de Ezequías en dirección norte, subiendo en ligera pendiente, para salir por la puerta de Efraín al exterior de la ciudad, donde a unos 200 metros estaría el Gólgota y con un desnivel de unos 15 metros. Comparativamente corresponde a la altura de una torre de viviendas de unos siete pisos. Si el que tenía que salvar este desnivel iba flagelado, con dificultades para respirar y con un peso encima de 45 kilos, podemos imaginarnos el esfuerzo tan titánico que debió realizar. Salió el séquito hacia el Calvario. Iría por delante el centurión y su ayudante. Dos filas de legionarios a derecha e izquierda. A continuación vendrían los reos. Los bandidos irían desnudos con el patíbulo atado a sus brazos en cruz. Unos soldados les llevarían tirando de unas cuerdas atadas a sus cuellos, mientras que otros soldados les irían castigando por detrás con unos látigos. A Jesús le llevaron vestido, descalzo y con la corona de espinas clavada en su cabeza y, además, el madero atado a sus brazos, que ha dejado marcada su espalda en la Sábana de Turín a la altura de los omoplatos en ambos hombros, dos areas más marcadas en las imágenes con unas dimensiones de 10 x 9 centímetros. Un soldado tiraba de él por delante con una cuerda atada a su cuello, como a animal que llevan al matadero, y otro soldado por detrás se encargaría de levantarle a base de patadas cuando caía. Irían flanqueados por soldados con sus armas y escudos. Cerraría el cortejo una doble fila de legionarios. Por delante de cada reo iría un soldado con una tabla en lo alto de una vara, a modo de estandarte, indicando a la gente la causa de la condena, el titulus. A derecha e izquierda de la comitiva estaría la población apiñada viendo el espectáculo. Muchos de ellos expresaban su odio con blasfemias y amenazas, según los evangelios. Había quien le escupía al pasar y le tiraban boñigas de animal, según María Valtorta. La duración que debió de tener el trayecto, si nos acomodamos al paso de Jesús en sus condiciones de flagelado, con el madero sobre sus hombros y cuesta arriba, se puede calcular en aproximadamente una hora y cuarto. Hay que tener en cuenta que hizo este trayecto después de sufrir la terrible flagelación que le dejó su sistema muscular muy dañado y dolorido, además tenía gravísimos problemas con la respiración, siendo ésta jadeante, corta, ruidosa y muy dolorosa. Especialistas forenses han calculado que le llevaría dos horas y media completar el trayecto, pero quizás su duración fuese más corta por la ayuda prestada por Simón y, sobre todo, por la divinidad de Jesús, que sacó fuerzas realmente sobrehumanas para poder realizarlo. Iría muy despacio, salvando unos 30 centímetros cada paso. Debió dar más de 1.700 pasos. El ritmo de la marcha lo decidiría el jefe de la expedición punitiva, el centurión, y para ello, controlaría al soldado que tiraba de una cuerda atada al cuello del reo. Pasada la puerta judiciaria, le ayudaría Simón de Cirene a llevar el patíbulo, obligado a la fuerza por los soldados romanos, por lo que se aceleraría el paso, quedando solamente unos 200 metros de terreno abierto y muy empinado, con un desnivel de unos 15 metros. Las rodillas se ven muy golpeadas, especialmente la izquierda, que está destrozada. Esto se debe a que Jesús, mientras cargaba con el patíbulo en su trayecto al Calvario, en las numerosas veces que pudo caer al suelo y al no poderse defender con sus manos, pues las tenía atadas al madero, se supone que se defendería instintivamente poniendo primero la rodilla izquierda contra el suelo, ya que ésta es la más castigada, luego la derecha y, por último, la cara, especialmente el lado derecho, más traumatizado. Las caídas debieron de ser tremendas. Los soldados, en sus prisas, le levantan a patadas. En los análisis que se han hecho de la parte correspondiente a la rodilla izquierda se ha descubierto barro de Jerusalén mezclado con sangre humana; el contenido del barro es rico en aragonita, sustrato corriente en la tierra de esta ciudad. La túnica que llevaba le llegaría hasta las rodillas; si hubiese sido más larga, no estarían las rodillas llenas de barro. Esto lo confirma la reliquia de la túnica inconsútil que se conserva en la catedral de Tréveris".
"La primera Semana Santa de la historia", de Carlos Llorente.