sábado, 30 de abril de 2011

La Resurrección: la tumba vacía

"He utilizado también los Evangelios como guía y para contrastar diversos pasajes. Los cuatro Evangelios son de una precisión que asombra. Por ejemplo, un detalle insignificante, pero que evidencia su veracidad y precisión: cuando el Ángel mueve la gran piedra de la entrada del Sepulcro, ésta cae a la derecha de la antecámara donde se sentó, según se lee en el capítulo 16 del Evangelio de san Marcos. Esto quiere decir que la piedra se corría hacia la derecha para abrir la boca del Sepulcro. El único sitio donde podría ubicarse la abertura de la cámara sepulcral era a la izquierda, ya que a la derecha, si se perfora la pared del fondo de la antecámara, se tropieza con el banco sepulcral que está detrás. Por tanto, la entrada debería estar a la izquierda, y la piedra redonda rodaría a su derecha para abrir el sepulcro, según el Ev. Juan, capítulo, 20.5. “Y agachándose vio extendidos los lienzos (en plural) pero no entró”. (Desde fuera y agachándose, el sepulcro estaría muy oscuro y solo sería posible ver los lienzos extendidos, pero sin detalle.) “Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos caídos”. Juan 20.7, “y el sudario que estuvo sobre su cabeza, no como el lienzo allanado, en singular sino al contrario, enrollado en su mismo lugar”. (Desde dentro y seguramente iluminados con alguna lámpara apreciarían mejor los detalles. Y éstos serían que efectivamente el lienzo, en singular, de la mortaja estaba extendido y yaciente, pero además apreciarían el abultamiento que haría el lienzo-sudario, porque estaba enrollado y en el sitio que ocuparía antes de desaparecer el cuerpo, debajo de la barbilla. Hay que tener en cuenta que Juan fue testigo de cómo sepultaban el cuerpo le Jesús y cómo pusieron el lienzo-sudario enrollado debajo del mentón.) Y es imposible, por medio natural, extraer el cuerpo sin desplazar el lienzo-sudario enrollado, colocado en ese preciso lugar. Se comprende el asombro de los apóstoles: Juan, capítulo 20.8 (...) “Entonces entró también el otro discípulo que vino primero al sepulcro, y vio, y creyó”. Lucas, capítulo 24.12: “Pedro (...) se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido”.


El bulo del Sanedrín surtió efecto a los oídos de Pilato. Debió quedar estupefacto cuando oyó la versión de los cristianos que decían que el Crucificado había resucitado, cosa inconcebible para él. Se ha descubierto en la zona de Nazaret una losa con la inscripción de la advertencia de que a los violadores de tumbas se les castigaba con la muerte. Es curioso que sólo se haya en encontrado en toda Palestina un aviso de este tipo, y sea precisamente en esta humilde y poco poblada aldea, muy próxima a la ciudad de Séforis, capital de Galilea, a una media hora andando. Probablemente fuese ordenado por Pilato, como consecuencia de lo anteriormente dicho, y dirigido hacia los seguidores de Jesús que supondría eran originarios de Nazaret, para amedrentarlos. Constituye otra prueba indirecta de que el cuerpo históricamente desapareció y de su resurrección".


"La primera Semana Santa de la historia", de Carlos Llorente.